A mediados de los años sesenta, el estudio de arquitectos William L. Pereira y Asociados proyectó y construyó The Los Angeles County Museum. Edward Ruscha, interesado por los motivos arquitectónicos, tomó apuntes que le sirvieron para crear The Los Angeles County Museum of Art on Fire. Ruscha ya sabía, según sus propias palabras, que «de algún modo iba a asaltar el edificio». Endloser Teufels– und Tugendkreis es un nuevo paso por la obra del artista americano.

La circularidad de Endloser Teufels – und Tugendkreis es un desplazamiento progresivo y regresivo del principio que fundamenta la relación entre la creación y lo creado, la fabricación y lo fabricado; la relación que conecta objeto y valor. El movimiento va de lo económico, donde el valor reside en el objeto en sí, a lo mercantil, acto comercial que incorpora la ganancia al intercambio; y de lo mercantil a lo financiero, donde la medida del valor es valor en sí mismo y esta reificación forma el círculo vicioso y virtuoso.

La relación entre el mercado financiero y el mercado del arte son evidentes comienza cuando la obra de arte adquiere la dimensión de activo, es decir, pasa de ser un bien de consumo en el ámbito del coleccionismo a un objeto de inversión financiera.

En este sentido, su tratamiento es como el de las acciones, los bienes inmuebles, las materias primas o los bonos con la peculiaridad de su cualidad tangible y estética. Las políticas culturales y sus industrias culturales constituyen un ámbito más del ecosistema del mercado del arte. Ed Ruscha en The Los Angeles County Museum of Art on Fire prendió fuego al primer museo que le compró una obra Actual Size (1962). ¿Un ataque a una institución cultural? ¿Una crítica a las pretensiones culturales de una ciudad? o ¿una forma de completar una serie de obras que representan edificios en llamas? El círculo se cierra con la frase de Rusha «I’am dead serious about being nonsensical», (me tomo muy en serio el ser absurdo), y eso es precisamente la esencia y el mecanismo del mercado del arte, del arte y de la vida misma.

Ruscha asaltó el museo incendiándolo. Él mismo lo explicaba «lo que realmente me interesaba del proyecto [del museo ardiendo] era su perspectiva aérea oblicua. También es importante porque se lee desde la parte inferior izquierda a la esquina superior derecha… y, de repente, aparece esa pequeña llama lateral que da la sensación de que puede envolver todo el edificio». Pero, ¿y el fuego? Le preguntaba el periodista de The New Yorker, Calvin Tomkins, «bueno, no queda mucho margen para cuestionar a las autoridades», le contestó Rucha.